martes, 26 de noviembre de 2019

Ahí estaba ella, esa maravillosa mujer con su chaqueta roja cubriendo sus hermosos pechos redondos y naturales que cada vez que los veía la emoción entre mis piernas crecía, pero nada como sus ojos y su forma de mirar junto a su sensual boca que hacía que quisiera correr a tocarme pensando en ella y jadear su nombre a cada instante, la deseaba tanto y quería hacerle el amor con tanta devoción. Era la mujer más bella y ardiente que había visto, me encantaba y yo me moría por ella, yo no era el hombre más bien parecido pero me gustaba pensar que podía encender su imaginación con mi piel. Quería besarla y acariciar cada milímetro de su cuerpo sin dejar una sola célula y un solo átomo sin recorrer, quería darle tanto placer con mi boca entre sus piernas como fuera posible y que me mojara, verla mientras tenía sus hermosas piernas a mi disposición y yo no quería parar de amarla, simplemente con mis caderas y mi virilidad hacer el resto de la tarea, escucharla gemir con su hermosa voz era música para mis oídos, interrumpida solo por el contacto de mi boca con la suya y saboreandola como si fuera la fruta más dulce al igual que cuando le hacía el más delicado pero tan apasionado sexo oral, y ella me correspondía igual, chupándome y comiéndome que pensé que acabaría escurriendo en su boca en más de una ocasión, me retorcía y hacía fuerza para aguantar porque quería que me sintiera dentro de ella, sentir la belleza de su trasero perfecto, sentir los latidos de su corazón junto a los míos en esa cercanía y abrazos, sentir su respiración agitada chocar con la mía, sentir su cabello largo y negro en contraste con mi calva cabeza, sentir un orgasmo tan intenso lleno de deliciosa humedad, sentir que el tesoro más grande del universo está entre mis brazos a pesar de estar en esta soledad y en esta distancia

sábado, 16 de noviembre de 2019

Superherotico

Clark volvía de aquella misión en isla Striker lastimado por la radiación de Kryptonita y su cuerpo tenía esquirlas incrustadas por haber detenido una explosión con ese letal mineral verde, los demás miembros de la Liga se habían ido a casa y Clark no quería ir a su antiguo departamento, recordándole a su fallecida Lois a manos del Joker un año atrás.

Clark se daba un baño en la ducha de la Watchtower cuando alguien entró sin ser detectado incluso por su superoído, era Diana que lentamente abrazaba al sorprendido hombre de acero que se dejaba acariciar por las aunque fuertes, delicadas manos de la amazona con sus fríos brazaletes, ella hizo una pausa para quitarse su armadura tricolor hasta quedar completamente desnuda frente al excitado kryptoniano que a pesar de ser un superpoderoso extranjero de un universo lejano, su erección no se pudo contener, Wonder Woman sonrió con picardía y se dispuso a darle placer a su Superhombre tan caliente, chupando suavemente su duro miembro viril mientras Clark jadeaba entre el agua de la ducha, ella lo masturbaba con fuerza y firmeza.

Clark había aprendido a controlar su fuerza y poder con el entrenamiento en su Fortaleza de la Soledad y acariciaba el largo cabello de la Amazona mientras empujaba sus caderas y trasero mientras ella también lo apretaba con ganas, el juego entre superhéroes sufrió un cambio, ahora era Superman besando y lamiendo con dulzura y a la vez con pasión la feminidad de Diana, ella jadeaba y chorreaba aunque su jugo se mezclaba con el agua donde los héroes se bañaban, el se puso de pie y WW se dejó penetrar por Clark mientras este empujaba primero despacio y luego más duro, mientras besaba el cuello y los enormes pechos de nuestra sensual diosa de Themiscira a su vez que agarraba sus nalgas, el la embestía hasta que la giró más rápido mientras ella se dejaba y disfrutaba sintiendo la virilidad de su hombre de acero cada vez más fuerte y rápido, así por bastante tiempo hasta que los dos coincidieron en un orgasmo de perfecta y húmeda sincronía en a su vez un sentimiento tan humano y mundano que concluyó en un apasionado beso entre estos dioses entre nosotros y entre el agua de la ducha de la Atalaya fuera de la atmósfera terrestre.

martes, 28 de mayo de 2019

Relato erótico de oficina

Dana terminaba el día hastiada en la solitaria oficina con kilos de trabajo sobre su escritorio como para construir un edificio dentro del edificio donde esta bella morena de cabello largo y ondulado se encontraba, ni ganas de usar sus tacones le quedaban y eso era lo más cercano a un descanso que podría tener al final de la tarde e inicio de la noche, y es que las gafas también le pesaban delante de sus hermosos pero agotados ojos verdes viendo entre facturas, el ordenador con confusas tablas de Excel, órdenes de producción y demás documentos que parecían hacer más fila por esta exhuberante aunque tímida mujer que cualquier pretendiente a lo largo de su vida.

El desespero por terminar quehaceres abundaba y la soledad en esas cuatro paredes que carecían de aire acondicionado era sofocante, al punto de que Dana comenzó a desabotonarse su blanca camisa de la oficina, total estaba sola y que más daba, el calor era tremendo y empezaba a transpirar entre sus hermosos pechos redondos protegidos solamente por un sostén color rojo transparente y debajo de su cuello color canela, empezaba a masajearse este último para bajar la tensión del trabajo pero poco a poco y producto de la relajación empezaba a bajar por sus sudorosos pechos, luego a su estómago mientras sus ojos se iban cerrando cada vez más a medida que iba bajando a sus piernas por su azul y corta falda, hasta que finalmente Dana había llegado con sus manos a su oasis de placer femenino a nadar en sus tranquilas aguas que empezaban a convertirse en una pequeña catarata por cada contacto de sus dedos juguetones, un gemido y otro escapaban.

Dana entreabrió sus ojos nuevamente, la guarda del edificio escuchó aquellos gemidos y solo observaba mientras ponía sus dedos en su boca sonriente en señal de silencio, aquella delgada figura envuelta en uniforme de vigilancia privada se acercaba lentamente y Dana no quería detenerse en su momento de placer solitario, aquella encargada de la seguridad solo quería velar por brindar ahora satisfacción a aquella indefensa pero ardiente oficinista que le quitaba su gorra parte del uniforme dejando ver su corta cabellera roja pero bien arreglada con flequillo, mientras daba ronda esta vez a su lengua saboreando el néctar del delicioso clítoris de Dana, esta última solo se dejaba ¿Y si alguien entraba a irrumpir la paz del edificio? En ese momento eso no importaba, solo que esta sexy vigilante se quitara su pesado uniforme con un gafete que tenía el apellido Davis dejando exhibir una hermosa lencería negra sobre su atlético cuerpo producto del entrenamiento para ser toda una guardiana del orden y la seguridad, a Dana eso la ponía muy caliente y se dejaba degustar mientras sus labios tocaban a su poderosa amante que frotaba su cuerpo al de ella, el calor era mayor y la velocidad del contacto también iba en aumento junto con la humedad de estas opuestas pero igualmente apasionadas mujeres que decidieron por un momento dejar sus labores a la deriva enfocándose en darse ese cariño que quizás no encontraban en su día a día, pecho a pecho, abdomen contra abdomen y caricias en el culo de la otra con palmadas que hacían rebotar esas nalgas y que en cámara lenta era todo un espectáculo de la vibración y movimiento acompañadas de un pequeño grito de dolor y placer, los intercambios de besos eran también una atracción para el ojo, con lenguas en batalla y la saliva y el choque de aliento como testimonio de algo inusual pero excitante, la humedad de la piel era impresionante pero no tanto como la humedad de sus vulvas lubricando y escurriendo por tanta lujuria y deseos liberados, más rápido, más fuerte y los gritos al unísono y poniéndose de acuerdo para un descanso final acompañado de un último e intenso beso de agradecimiento mutuo.

¿Y las tablas de Excel? ¿Los informes del día siguiente a primera hora? ¿Las posibles entradas para algún maleante al edificio? Al demonio el futuro por muy próximo que fuera, lo importante se está viviendo en cuatro aburridas paredes de oficina, sin temor a las consecuencias, un break a la rutina, a las responsabilidades, esta es una historia de dos personas que quisieron vivir por un rato prolongado algo que quizá no volverán a vivir jamás, la historia de cómo las pasiones humanas no tienen que reprimirse sin importar género, ni condición, ni etiquetas.